domingo, 15 de diciembre de 2013

Delirios de una noche sin estrellas.

Sabía que, en realidad, no importaba mucho a dónde fuera. Podía dejarlo todo atrás, pero seguiría siendo yo. Seguiría siendo yo y seguiría viéndole en cada paso que diese. En el café frío por las mañanas, en el silencio al volver a una casa que no sería la mía. En las sábanas enredadas sin sentido, en el orden que él no conocía. En la estabilidad, en todos los ojos que no fueran los suyos, en las marcas que sólo yo veo en mi piel, en el letargo del corazón. En despertarme a solas, en las canciones que no le gustaba y los sitios a que no quería ir. En las cosas que quería y no quería hacer. Le vería en mí, en quien fui y no fui, y en quien sería, por desgracia, sin él.


3 comentarios:

  1. ¿Acaso no basta el recuerdo (y sus heridas) para vivir? Mientras dure arderá, si arde caminarás, si caminas irás más lejos. Cuando por fin llegues a algún sitio, ya no lo recordarás.

    Una vez más, gracias por poner fin a la sequía (y lagunas, si no es un contrasentido).

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    1. Los recuerdo sólo sirven mientras no existen. En cuanto se les llama así, preferiría verlos arder en silencio.

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    2. Soy de la opinión de que los recuerdos, igual que los sentimientos, no dejan de existir, solo se esconden donde no te atreves a buscar. Y cuando los encuentras y comienzan a arder, te obligan a arder con ellos.
      No obstante, creo que incluso en tales circunstancias son útiles; te mantienen con vida.

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