domingo, 28 de abril de 2013

El beso del jueves


Me obligó a descubrir que la vida no sabía a nada
Después de haber probado los colores de su risa.

Los besos se me marchitaban en el bolsillo.

El insípido aroma de su ausencia
Arruinaba las comisuras de mis labios.

Me obligó a descubrir que había aprendido a rendirme.
Que no sabía lo que era llorar porque llora el alma.

Morir porque ya no estaba.

<<Te di la vida entera. >>

No me mira, ya nunca lo hace.
No quiere ver las cicatrices
que me han convertido en su monstruo.

Teme asomarse a mis ojos
Como (bendita la luz de su mirada)
Acostumbraba a hacer, acariciándome
El corazón con las yemas de sus iris.

No quiere comprender lo que me ha hecho.
Y yo no quiero ser su pesadilla.
Le besaré el jueves para sellar el trato.
Y llamaré otra vez a un viejo amigo.

Será la víctima de sus celos hasta
Que se vayan borrando estas palabras.
Será el olvido a quien llame
Tras ese beso del jueves.

<<Cuánto te he echado de menos. >>

<<Todos acabamos por volver. >>

sábado, 20 de abril de 2013

Capítulo 1


<< ¿Arder?>>
El viento golpea con una fuerza sobrenatural mi ropa y mi cabello, como latigazos anticipando un castigo por lo que estoy a punto de hacer.
<<No lo hagas. >>
<<No le importas. >>
<<Muérete. >>
<<… Te quiero. >>

Cubro mis oídos con mis manos, apretando, como si así pudiese frenar el flujo de pensamientos que da vueltas en mi cabeza a una velocidad, seguro que muy superior a la del sonido.
Cierro los ojos. Aún así puedo sentir el inmenso vacío que se abre ante mí.
Las bocinas de los coches.
Las acostumbradas prisas de los peatones.
El pitido insistente de los semáforos en verde.
Alguien está tocando la guitarra.
Pero todo me llega demasiado lejano. Y me vuelven estas irrefrenables ganas de llorar.
Mi pecho se sacude ante los sollozos, instrumento irremediable de estos, y las lágrimas forman cataratas en mis mejillas. Las cenizas de mi corazón arden. Ni siquiera morir puede doler tanto.
Al fin y al cabo, por eso estoy aquí.
No importa lo alto que llore, nadie va a escucharme.
Estoy derramando mi alma. Pero eso no hace que el dolor se detenga.
Muevo los pies sin avanzar, pues no tengo a donde. Y nunca he sido de retroceder. Empiezo a gritarme por dentro, sintiendo la sangre hervir en mis venas. Soy un jodido cobarde. Me doy asco. No quiero potar encima de la gente, pero esa idea tan sólo me da más asco y me llevo las manos al estómago. Muerdo mis labios, cerrando los ojos con la misma fuerza. Sé que esta es la vez. Así que dejo que el peso de mi cuerpo me incline hacia delante. Escucho mi corazón latir en mis sienes, quizás por última vez. Aunque las lágrimas no cesen, en unos segundos no les quedará otra que hacer. Atraigo a mi mente la única puta cosa que he tenido clara en la vida.

<<Te quiero. >>

Y se acabó.











O no.
Todo sucede demasiado deprisa. Pasos rápidos. La camisa presionando mis costados. Calor entorno a mi cintura y en mi espalda.
Abro los ojos por la sorpresa y me paralizo al no ver nada a lo que aferrarme para no caer.
Tres segundos después todo mi cuerpo golpea contra el suelo de la terraza, de lado, y sé que me voy a llenar de cardenales. Me sacude de arriba abajo el hecho de que estamparse contra el suelo no debe de ser menos doloroso.
Miro alrededor tratando de entender lo que ha sucedido, incorporándome, cuando de un empujón me vuelvo a comer la superficie de pizarra. (...)

domingo, 14 de abril de 2013

Nieve


Nieve,
Todo lo que veo es nieve
más allá de los confines de tu calor.
Y me estoy helando.
Se me agrieta la piel y el frío
Me invade por las heridas que deja
(indirectamente) tu ausencia.

Se me hiela el alma y me dicen
Que tengo que cuidarme más las manos.

Pero ya no siento nada.

Es demasiado tarde.
Tengo tanto frío como si
me lo hubiesen inyectado directamente en las venas.

“¿Y ahora qué?”

Ahora aprendemos a vivir
En condiciones extremas.

Tú buscas saciar la sed
Que tú mismo te produces,
Y yo me acostumbro
A mi nuevo estado de hipotermia.

La única diferencia es
Que aquí ya es primavera,
Y a ti aún te confunden
Los oasis del pasado. 

miércoles, 10 de abril de 2013

Nadie lo ha entendido

Para cuando consultemos el reloj,
Hará mucho que pasaron las doce.

No quedan zapatitos que dejarme atrás.

En lugar de una carroza, la calabaza me llora.
No ha podido ser perfecta.

En vez de lamentarnos, nos cogemos de la mano,
Y volvemos andando a casa.

Vuelve a ser espantapájaros, pero ahora tiene vida.
Le he convertido en un monstruo.
 Aún así, yo sólo veo las lágrimas azafrán que se escurren
Por sus rollizas mejillas anaranjadas.

<<No llores. >>


<<No lloro. Un cuervo me está picoteando las entrañas. >>

Pero los dos sabemos que allí no hay ningún cuervo.

<<Yo tengo cristalitos en los pies. >>

Pero me sangra el alma.

Ha sido el peor baile de la historia de los bailes.

Ya nunca seré princesa y, de repente,
Esta idea me hace tremendamente feliz.

La calabaza deja de llorar cuando me escucha reír.

Y, sin que diga nada, lo ha comprendido todo.

<<Al fin. >>

<<Lo siento. >>

Y le quito la careta y sigue siendo una calabaza.

Y nos fundimos en el peor beso de la historia de los besos.

Pero sin zapatos y sin bailes y sin magia,
Somos felices.
La función acaba y nadie aplaude.

<<Este no es el cuento de Cenicienta. >>

Nadie ha creído nuestra historia.

Prométeme que allí no hace tanto frío


Believe me, your memory will carry on
Antes me querías.

Antes, cada noche, se escapaban de tus ojos
Esas luces que coloreaban el mundo
Del único color que nosotros conocíamos.
Saltaban al inmenso vacío que hay
Hasta tus pies, donde parece ser
Que incluso termina el infinito,
Y, entonces, el tiempo se detenía.
Nadie se daba cuenta de que todas esas luces
Cogían carrerilla y echaban a volar,
Adornando el aire de risas insonoras.
Y chocaban entre ellas, y se partían en pedazos,
Y se morían de reír y llorar y decir
Palabras que nunca entenderemos.
Y acababan descansado en la bóveda celeste
Que todos creen que no existe,
Y puedo jurar y juro, que eran más brillantes
Que todas las estrellas juntas.

Pero eso antes del final.
Porque después del final no hubo nada.

No nos dejaste
Ni pañuelo en el que derramar las lágrimas.


martes, 9 de abril de 2013

Nunca había llovido tanto en primavera



Si hubiera sabido que podía hacer frío en primavera.

Si me hubieran dicho que no sabías amar
Sin efectos secundarios.

Si no se hubiera puesto el sol tan temprano.

Si no hubieran salido los vampiros
A acechar las aceras de la duda.

Si hubieras alzado la estaca en su dirección,
En lugar de en la mía.

Dictaminó el forense
un repentino soplo en el corazón.


¿Se recuperará?”

“Si hay suerte.”

Como no viniste a buscar el cuerpo,
Me tomaron en brazos los vampiros,
Y me cantaron hasta que la herida sanó.

Pero cuando hube despertado
Ya era mía su canción
Y suya mi alma cosida a remiendos.

Cuenta la leyenda
Que tu conciencia muere de hambre desde entonces.
Y yo de sed,
Sabiendo, no obstante, que enmiendo al dejarte marchar.

Nunca había llovido tanto en primavera.


Nunca me escribiste una carta

También en París hay corazones rotos.

Jamás vi mi nombre en ninguna de tus páginas.
Y eso que decías que yo era tu historia.

Aprendí a cerrar los ojos y el corazón.

Qué frío tiene que hacer
dentro del congelador.