domingo, 6 de julio de 2014

Sufro en silencio el Terror de los poetas.

               I

Se acerca el final y lo sabemos,
pero eso no nos asusta.

Es el color, o su ausencia,
lo que nos envilece el alma,

Volver al blancoynegro, 
olvidar que nos bañó el sol.

Soy testigo del hambre y
la desdicha de estar saciado.

¿Cómo no avergonzarse del Ser?


               II 

Les veo como les viste,
sentados en los bancos de la Iglesia,
aplacando sus instintos,
fingiendo no estar vivos.

Bajo la ropa, el sudor, el cuerpo.
Bajo la piel, el asco, el miedo.

A la derecha, un hombre trajeado
lleva un niño muerto en brazos.

A la izquierda, una pareja se jacta
de una chica que sangra.

                 III

Y en los bancos de la Iglesia,
negando ser humanos  — animales,
con los ojos cerrados y osando 
creer mirar a Cristo,
los gansos rezan a un dios que no conocen. 



1 comentario:

  1. Conmueve la piedad en sus ojos mientras, desterrada el hambre, se ahogan en la abundancia como ratas en cloacas (o en Bancos).

    "En dios confiamos", supongo que esas pueden ser sus palabras cuando rezan, al buscar refugio en el templo para salvar su alma, elevándola a los altares de la ignorancia.

    Es cierto, veo animales, con trajes de colores, rezando allí donde el Sol brilla tanto que ciega. No supieron refugiarse en la honestidad del blanco y negro.
    Las luces de neón inundan la iglesia, haciéndome pensar que es el color quien envilece el alma.
    Es más, puede que el final haya pasado ya.
    Hace tanto, que estamos viviendo en él.

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