Sobrevivimos
al frío de París.
A suicidios
colectivos en soledad
Desde el
límite de una mesa
Con tres
patas.
A mordernos
los dedos
Sin querer
hacernos sangre.
A enterrar
en la nieve los recuerdos.
Al daño de
caerse de un tiovivo.
Al dolor de hacernos
daño
Sin querer
causarnos más dolor.
Y luego
lloramos.
Y nos
curamos las heridas el uno al otro.
Y miramos
por la ventana
Cómo los
pájaros se ahogan en el río.
Pero ya no
nos importa
Que se
mueran las flores en invierno.
Porque
siempre está la primavera
En el
condicional perfecto
De no querer
perdernos.
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